Tuve la suerte de estar en reunión y hasta las claras del día con Lola Flores en aquella vivencia que os relaté de la foto de Curro Romero. No creo que unas horas, por muy intensas que fueran, me den el derecho a analizar su figura como lo hizo el admirado profesor Alberto Romero Ferrer, su biógrafo. (Fotografía de los fondos documentales del CADF)
Mas, es cierto que hay detalles que no son perceptibles ni en discos ni en vídeos; destellos imposibles de reproducir en el papel: miradas, gestos, formas de hablar… No me voy a extender demasiado porque hoy los ríos de tinta corren en honor a la Faraona en su centenario; pero sí me voy a detener en un extremo que alcanza toda mi atención.
Si una intérprete, un tanto inclasificable si me apuráis, en cada uno de los apartados de su arte no llega a la nota media pero en su conjunto es sobresaliente con matrícula de honor, ahí pasa algo. Y muy profundo. Sin ser flamenca del todo, los flamencos se volvían locos con ella. Sin cantar como Marifé o Juanita Reina hacía que las coplas fueran sentencias nada más salir de sus labios. Sin bailar como la Macarrona, su baile era pura emoción, un embrujo a golpe de cadera acompasando los pies con el braceo. Sin tener la mirada de Ava Gadner, dicen que la americana bajaba los ojos frente a la suya en el Chicote. Sin recitar como Gabriela Ortega, los versos en su boca alcanzaban la fuerza de las olas…
Para mí todo esto tiene un nombre: transmisión. Ese halo que se produce sin saber porqué, sin una explicación tangible. Aquello que llaman duende por ponerle un nombre y así no entendernos por señas. Como dijera el Torta, quien estaba aquella memorable noche de Tío José, Lola Flores no solo era una artista, era una “transmitidora”. Para llegar a todos de esa forma, tan rotunda, es porque debía poseer un fondo de negrura más allá de los alamares que la escondían. Aquella niña de la Plazuela se impregnaría de ese arte nacido del dolor de un barrio que siempre será una llaga eterna que todo lo traspasa. Una calle con tanta luz, la del sol, que a fuerza de darle cal se quedó en un reflejo de luna. De aquella luna de Lola que se reflejaba en su mirada.
José María Castaño @Caminosdelcante
Creo que cuantos más años pase más grande será el nombre de Lola flores sobre todo como artista me parece que va siendo hora de reconocer a tantos artistas y tan buenos que tenemos en Andalucia y sobre todo en Jerez de la frontera que es una fuente de artista consagrados .
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Qué bonito José Maria Castaño, y que verdad más grande, un genio lleno de arte y duende con un corazón tan grande y tan sencilla, a la vez, tan llena de amor y de cariño🥰
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