Crónicas del Festival de Andorra (2). Por distintas obligaciones profesionales no pude asistir a todo el encuentro Laurèdia Flamenca y me sumé a las últimas jornadas. De ahí que solo pueda escribir de lo visto y lo vivido; pienso que es lo recomendable. (Fotos: Comú de Sant Julià de Loria)
Esto no es óbice para hacerme eco del buen hacer de una serie de artistas que pasaron por el Comú de Sant Julià de Loria días antes de mi participación. Como el caso de Pedro Garrido ‘de la Fragua’ o Carmen Herrera con José Mijita; así como el concierto de guitarra protagonizado por Manuel Valencia y Pepe del Morao (también con los anteriores) junto a Javier Patino y Santiago Lara quienes brillaron a gran altura entre la frondosidad del verde andorrano. Tampoco me olvido de la gran labor en la formación y performances de Mamen Laguna y Anamarga.

De lo visto, puedo hablar de la artista sanluqueña Naike Ponce que ofreció un recital espectáculo tan completo como vibrante de principio a fin. Bien es cierto que la conocía desde que era pequeña por su relación con Jerez, pero no había sido testigo de su gran evolución artística en los últimos tiempos. Naike, acompañada por la guitarra de Javier Patino y la percusión de Ale Fernández (a ellos se sumaron con sus palmas algunos miembros de la Compañía B), puso la emoción a flor de pie desde los primeros compases. Algo que consigue de forma natural por su temperamento y su desmesurada entrega. Pero, en especial, por su arrojo en permanente pelea con los cantes; siempre llevando la expresión al límite. Naike Ponce es de esas artistas que se desbrozan cantando; pues añade un alto grado de implicación con el rol la letra que ejecuta a la que regala una pose de contundente gestualidad.

Bajo nuestro criterio, a Javier Patino y a Ale Fernández le damos una nota muy alta, lo mismo que a Naike Ponce quien aderezó la puesta en escena con un logrado planteamiento audiovisual. Regresando al capítulo cantaor, se percibe en el ímpetu de su registros cómo se manifiesta la herencia sanluqueña de La Sallago, y algunos tintes contemporáneos que evocan a la Tremendita (o viceversa) pero siempre con una acuciante personalidad. Las siguiriyas ‘con causa’ (esa misma mañana había fallecido un tío cercano a la artista) y dos tercios hablados de bulerías para escuchar cortas jerezanas me entusiasmaron en especial; sin desmerecer el resto de su variado recital. De seguir en esa senda, Naike alcanzará unas merecidas cotas, nunca mejor dicho. Al salir a la plaza Germandat, el viento entre las montañas corría de otra forma; como lo hacen los ponientes largos de Sanlúcar de Barrameda pero esta vez corriendo entre las faldas de las montañas del Principado.
José María Castaño @caminosdelcante