Estamos a finales de 2011 en el Estudio La Bodega de la calle Francos de Jerez. El disco colectivo “VORS, Jerez al cante”, patrocinado por BBK de Bilbao, está pendiente de sus últimos detalles para ver la luz. Pese a que se grabó en directo, casi en su totalidad, faltaban algunas pinceladas. Entre ellas, una toná de Juan Moneo “El Torta”. (Fotografía: Miguel ¨Ángel Castaño)
La foto es de ese mismo día de grabación postrera. Fue aquella misma tarde que me sirvió para escribir aquello de “Un ángel llamado Juan, un demonio llamado El Torta” al ver cómo el pura sangre de La Plazuela se fue transformando conforme las horas. Como un niño grande que estuviera poseído de un duende nervioso.
Yo intenté convencerle para que grabara esa toná: “¡Juan, esto va a quedar para la historia y ahí estarás tú junto a Moneo, el Zambo y Agujetas!” – le repetía una y otra vez.
“Mira, Castaño, para grabar ese martinete me tienes que buscar 2.000 euros porque yo ya he grabado lo mío y no me cuentes historias. La mía es que tengo que volver a Sanlúcar, pagar la casa y ponerle los reyes a mi hijo. Eso sí que es una historia”… – me repetía una y otra vez.
La tarde se prolongó y poco a poco, también a instancias del maestro Alfredo Benítez, Juan se fue ablandando. Incluso se introdujo en la pecera para tocarle las palmas a Fernando de la Morena. En la grabación se oye: “Esto no lo hago yo ni por un millón de euros”… A partir de ahí, comenzó un regateo: “Bueno Castaño, por 1.000 euritos, te grabo” (como si yo dispusiera de ese dinero).
Pero nada. Y justo cuando ya se apagaban las luces del estudio me dice: “¡Castaño te voy a grabar la toná pero me tienes que dar para el taxi (yo viendo de reojo a su amigo Moisés en la calle Francos con las llaves del coche en las manos). Además me prometes una cosa: le tienes que comprar a mi Juanito unas pilas para la batería de un coche dirigido que tiene y que se le han acabado. Pero me lo tienes que prometer de chipén!…
Imaginad como me quedo: perplejo es poco. El apunte que quedaba para completar la ronda de tonás valía 2.000 euros de forma innegociable y, horas más tarde, se reducía a unas pilas para el cochecito de su hijo… (Me enteré más tarde que quien jugaba más con el teledirigido era el propio cantaor. Y según sus propias palabras iba a patentar una escoba con su mando a distancia…). Así era Juan, un ser aparentemente difícil pero, luego, dotado de una inocencia abrumadora: un ángel y un demonio deambulando por un mismo ser. Ese desequilibrio emocional que hacía soltar chispas de transmisión.
Pero nada hacia presagiar lo que venía en forma de cante. Josema García Pelayo dejó el estudio en penumbra cuando Juan se puso los cascos y comenzó a templarse con un ayeo dolorido y seco para hacer un primer martinete: “Qué todas las mares de los soldados / iban al tren”. Cruzaba los dedos y saltaba con los ojos cerrados. Por momentos, parecía que no estaba allí… Continuó, rotundo y pleno, con la debla: “En la puertecita de hierro / hicieron un pará”.
Todos nos miramos y nos felicitamos; pues ya teníamos el disco gracias al valioso aporte de El Torta que necesitábamos. Fue entonces cuando el cantaor hace un ademán para seguir y dejamos el equipo grabando. Nos giramos Alfredo y yo apercibiéndonos que estaba como en trance y comienza a cantar el martinete que hizo famoso el gran Tomás Pavón: “Ven acá mujer del mundo / convéncete a la razón”… Fijaros cuando dice “que no hay un hombre en el mundo” pone esa intensidad que lo llevó a transmitir de esa forma tan directa como única. Y justo cuando va a rematar el tercio final: “que sea fijo como…” abre los ojos, nos mira a través de la pecera y en lugar de decir “reloj”, se para y comienza a imitar con el dedo índice el movimiento de un péndulo sustituyendo el final de la frase por la onomatopeya “tic, tac, tic, tac” que nos dejó boquiabiertos.
Quién iba a decir que esa sería la última vez de Juan en un estudio de grabación. Era como un mensaje, tal vez como una premonición: todos estamos amenazados por el tiempo; la cuenta atrás… Finalmente, decidimos dejar esta rareza como un bonus track dentro del disco: la toná del tiempo. El mismo que nos da la vida y que nos la roba.
Dedicado en el recuerdo a Juan Moneo “El Torta” cuando se cumplen a final de este año 2020, siete años ya de su prematuro adiós. Y de camino, al maestro Alfredo Benítez quien disfrutó de esta hermosa locura de nuestro recordado cantaor.
José María Castaño @Caminosdelcante
Necesitamos documentación para realizar conferencias sobre los Pilares del Flamenco como Juan Moneo.
Le hablo desde la Casa de Andalucía en Alicante Juan Ramón Jiménez.
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Hola Miguel, puedes escribir lo que necesites a nuestro correo electrónico loscaminosdelcante@yahoo.es Gracias
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