Opinión.- ¿Hacia un consejo regulador de la Zambomba en Jerez?…

Este mismo título ya lo he usado alguna vez con referencia al flamenco, así que me permitís la reiteración. Tras finalizar el puente de la Inmaculada se abre tal debate sobre la zambomba que no puedo sustraerme de aportar mi opinión.

Debemos dar gracias que la dialéctica no dura demasiado porque se oye de todo. Incluso que las zambombas tradicionales debían tener un distintivo y ser reguladas de algún modo. ¿Con códigos de barra o QR en las tinajas y panderetas? ¿Tal vez con una banderola como los mostos? Me pregunto.

La música es un patrimonio cultural intangible y su etiquetado resulta siempre una complicada labor; mas en el mundo de la tradición oral la cuestión se torna en casi imposible. Sobre todo porque fenómenos como la zambomba (entendida como reunión) nacen y evolucionan desde una elevada contaminación de elementos; justo lo contrario a la eterna “pureza” que aspiran algunos. Esto explica como converge esa dispar amalgama de composiciones en un mismo cuerpo lírico: desde el romance fronterizo a la canción infantil pasando por el villancico del ciclo navideño a lo satírico burlesco y, entre medio, canciones de quintados y enumerativas, campanilleros de las auroras o enseñas sonoras del voto concepcionista así como, recientemente, los villancicos de autor reconocidos. Y solo por citar algunos ejemplos.

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La zambomba es una amalgama de elementos que el pueblo fue poniendo y quitando. Como el romance «concepcionista», que no navideño, del Marinero

¿Un órgano regulador para la zambomba?

La pervivencia y conservación del romancero hispánico en pleno siglo XXI es un gran hito pero, como es lógico, todo está llamado a la evolución y la zambomba no iba a ser menos. Coincido con mi amigo Manolo Naranjo en que la posmodernidad nos arroja otros modelos de celebración distantes a aquel de la candela en el patio de vecinos. Hoy día, tenemos pautas festivas muy diferentes a antaño; es una cuestión inevitable. La zambomba tradicional se ve abocada a coincidir con su moderna versión, la dudosamente denominada como zambomba flamenca. Del mismo modo con las institucionales y las regidas por el comercio en bares, restaurantes y discotecas. ¿La solución está en regular unas y otras? ¿Con qué criterios? ¿Quiénes van a componer el sanedrín encargado de legislar sobre la manera de festejar la Navidad? ¿Qué rigor se ha de tener para dictar  lo que se puede cantar y lo que no?

Yo tengo mis gustos pero entiendo que cada persona tenga los suyos y, por ende, escoja con libertad el modelo celebrativo que desea. Hay quienes querrán irse a una hermandad, quienes a una peña flamenca, quedarse en familia o ir a una discoteca; incluso habrá quienes prefieran colocarse una gorra para atrás y disfrutar de la NaviRap con todo su derecho. Por fortuna, hay donde escoger.

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Zambomba tradicional de la Hermandad de la Yedra de Jerez

La sociedad de consumo y la zambomba moderna

No obstante, hay algo que no se está diciendo con claridad en lo concerniente a todo este asunto: es un hecho que en este siglo XXI la zambomba también ha entrado de lleno en la llamada sociedad de consumo. En muchos casos, no en todos por fortuna, la hemos convertido en un producto de usar y tirar sin ningún trasfondo ni funcionalidad. Lejos quedó el peso ritual que tenía la reunión y el compartir en el orden vecinal y familiar.

Dicho de otro modo y a salvo siempre de las honrosas excepciones: ya no vamos a la zambomba para participar como intervinientes de la misma sino vamos a que nos canten, a ser espectadores libretos en mano (móviles y tablets incluidos). Esto ocurre porque ya no nos sabemos las letras de los villancicos o, peor aún, ni si quiera nos interesa memorizarlas. Es la sociedad del confort y sus largas abrazaderas. Así hemos entregado la cuchara de la tradición colectiva al artisteo individual con su jerarquía de calidades varias. El mismo que en unos casos ha enriquecido la historia y en otros mejor no hablar. Y ojo, una vez que el artisteo comienza a monopolizar la celebración, el modelo se está clonando en las más diversas latitudes. En pocos años, y ya se está viendo, Jerez o Arcos no serán los “sitios únicos y exclusivos” de celebración de la zambomba. Más allá, amigos de otras latitudes me dicen que les han impedido tocar las palmas en una zambomba… a eso vamos a llegar y más. Al tiempo.

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Villancicos sonando desde el coche y una botella de ron para cuatro… Nace la zambotellona. la foto es de los compañeros de  El Comercio

Llega la zambotellona

Aunque hay núcleos familiares, asociaciones como los belenistas, hermandades y peñas que siguen custodiando la zambomba de siempre, la preocupación viene por las generaciones que llegan. Con el riesgo de generalizar, claro, se constata una inercia de convertirlo todo en un botellón. Y ya se sabe como termina aquello de practicar el bebercio en exceso y en plena calle: precipitándose cuesta abajo o, peor aún, estancado en callejones y esquinas… wi, wi, wi. Y esto no es culpa de ningún Ayuntamiento ni de modelos celebrativos al uso. Es una cuestión cívica. ¿Evolución o involución? Vaya usted a saber… pero, tarde o temprano, esto desembocará en la zambotellona, una nueva versión de la fiesta, si me permiten el término que se me acaba de ocurrir.

Cada uno celebre como desee – y pueda – la Navidad, esa competición que hemos creado para mostrar en las redes sociales quien come y bebe más. Nuestra zambomba tradicional quizá perviva en núcleos más pequeños; ese será nuestro tesoro. Lo demás, sin restarle su valor, irá con los avatares de esta sociedad de consumo donde un wasap ha sustituido a un abrazo y donde los espectáculos navideños se comprarán en Amazon o se disfrutarán bajo demanda en Netflix.

Mientras tanto que suenen con alegría los cánticos de mi tierra y viva el Niño de Dios que ha nacío en la Nochebuena. Por si nos olvidamos qué estamos celebrando…

José María Castaño @Caminosdelcante

Publicado por Los Caminos del Cante

Programa de radio y web del mismo nombre que se emite desde Jerez de la Frontera

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