El abrazo espontáneo entre Manuel Morao y Manolo Sanlúcar, lleno de admiración y respeto entre ambos, fue el mejor broche a las Jornadas que se han venido celebrando estos días sobre la obra del patriarca de Santiago, Manuel Moreno Jiménez.
Pero también ese abrazo simbolizaba el encuentro de dos grandes maestros que juntos representan parte de la historia de este arte. Si atendemos a lo que ambos guitarristas han aportado al devenir del género jondo contemporáneo; si vemos en ellos e imaginamos a su lado los cantaores y cantaoras, bailaores y bailaoras, que han acompañado a lo largo de sus vidas y si enumeramos los teatros del mundo en los que han representado a nuestro arte con letras de oro… no queda más que venerarlos “como si fuera una iglesia”, que decía la letra de Fernando Terremoto.

Una cuestión es que estemos de acuerdo o no con el discurso de Manuel Morao y su inclinación sobre el concepto de lo gitano – andaluz como basamento del arte flamenco. Cada uno es libre de opinar. Pero nadie puede negar la veracidad y grandeza de su obra y su discografía que han sido los objetos esenciales de este encuentro con su conocimiento y experiencia, que no se nos olvide este extremo.
Una cita con la historia viva del flamenco justificaban estas jornadas de estudio dedicadas a Manuel Moreno Jiménez con motivo de su nombramiento como Hijo Predilecto de la Ciudad por parte del Pleno por unanimidad del consistorio jerezano. Una cita que tenía además un valor añadido: contar con su protagonista en vida, en un arte tan dado criticar en vida pero a ensalzar siempre a título póstumo.
A ello se refirió con una maestría excepcional, Juan Manuel Suárez Japón, cuando en la conferencia inaugural del jueves 23 de junio, se refirió a Manuel Morao no solo como una figura indiscutible del flamenco gracias a la autenticidad de sus propuestas, sino también como un “tesoro vivo”. El biógrafo de Manuel utilizó una referencia hermosísima de este término asociado a los maestros artesanos en Japón y además justificó con creces la jerezanía de Manuel, hasta el punto de ser para el artista más que un territorio, una atmósfera necesaria para respirar.

También estuvo magistral José María Velázquez Gaztelu, de «Nuestro Flamenco» de RNE Clásica, quien hizo lo propio resaltando un itinerario histórico plagado de regalos al patrimonio flamenco, desde aquella revolución en los conceptos rítmicos de la bulería a una galería impresionante de acompañamientos a las más grandes figuras del género jondo.
En ello abundó quien suscribe resaltando el currículum de Manuel Morao en la discografía, desde la pizarra al disco compacto, y cómo este “cantaor guitarra en mano” fue capaz de sacar lo mejor de artistas tan diferentes como Caracol o Mairena, Terremoto o El Serna o La Paquera y La Perla de Cádiz. Es decir, saber acompañar el pellizco visceral y la maestría, el temperamento o la dulzura con justeza y dando el sitio preciso a cualquier tipo de manifestación cantaora. Un virtuosismo y una amplitud de registros que es lo que hace grande a un maestro del acompañamiento de guitarra que necesariamente también lo debe ser del cante.

Antonio Carmona, presidente de la Fundación Mairena, o Pepe Moreno, docente jubilado de la guitarra flamenca y primer impulsor del nombramiento de Morao como Hijo Predilecto de Jerez, también se sumaron a las Jornadas sobre su legado. El primero resaltando su defensa de los valores del pueblo gitano y su innegable aportación al flamenco. El segundo indicando su labor de enseñanza y promoción a los que hoy son primeras figuras del flamenco, subrayando la nunca bien ponderada labor de Manuel en los Jueves Flamencos de Jerez proyectando la cantera de su tierra y toda la provincia de Cádiz.
Pero claro no eran unas jornadas de estudio a título póstumo como decimos y ahí su principal valor: el protagonista participó activamente en las mismas, como debe ser y como deberíamos hacer más en este arte tan acostumbrado a honrar memorias y no presentes.
La obra discográfica de Manuel Morao es un legado inmenso para nuestra cultura
Manuel Morao en todo momento puso al servicio de las mismas su prodigiosa memoria: aquel disco que grabó en tal teatro en los años 50 con La Perla… aquella discografía completa truncada con Mairena o el Canta Jerez por sus continuos viajes con la compañía de Antonio… y todo un catálogo de vivencias que son oro puro para las investigaciones que no tienen que ver con el corta y pega. Incluso, aquel primer encuentro con una jovencísima Lola Flores que apenas con 15 años y con un hábito de Jesús Nazareno iba a la panadería de la Calle Márquez de Cádiz en Santiago para ganarse un mínimo sustento en tiempos de aquella innombrable guerra civil española.
Han sido, en definitiva, unas jornadas en las que nos hemos nutrido de primera mano de una sabiduría sin igual aquella que nos ha regalado Manuel Morao en casi sus noventa y lúcidos años de edad.
Y por supuesto, el regalo en forma de palabras de ese otro maestro que es Manolo Sanlúcar destacando la excepcionalidad de la persona y el artista partiendo de los conceptos de Javier Molina, el primer maestro de Manuel y de su padre Isidro, pasando por conceptos y aportaciones rítmicas que solo un grande de la guitarra puede dedicar a otro grande.
Estas jornadas sobre la obra de Manuel Morao nos ha dejado el regusto de un buen oloroso de sacristía en el toque se su nieto Pepe del Morao, continuador de la saga junto a Diego del Morao, y que regaló unos toques guitarrísticos venenciados desde la solera madre.

En el capítulo de agradecimientos como no en primer lugar a las generosas aportaciones de los participantes: Juan Manuel Suárez Japón, José María Velázquez, Pepe Moreno y Antonio Carmona. A quienes hicieron posible estas jornadas, especialmente a Luis Pérez su principal impulsor y socio tantos años de Tío Manuel Morao, como parte del Ayuntamiento de Jerez con Paco Camas en cabeza. Al Centro Andaluz de Documentación del Flamenco por la magnífica exposición y a Ana Tenorio, por su gentileza siempre «Notoria». Así como al personal de Flamenco de Jerez tan eficiente en los nombres de Begoña Artigas, Rocío Royán, Isabel Aguirre y Milagros Abad. Cómo no al personal de sala en los Claustros de Santo Domingo y Museo Arqueológico. A las Bodegas González Byass, junto a la distribuidora “De una a cinco estrellas” de Juan Alfonso Romero quien nos sirvió un Tío Pepe de honor. A Seve Izquierdo, el “urteño” por sus reportajes fotográficos. Y a todas las personas que nos acompañaron en estos días tan enriquecedores para la cultura flamenca.
¡Y sobre todo, a Tío Manuel Moreno Jiménez, Manuel Morao, por su obra, todo un regalo de la más alta jondura para la eternidad!
Texto: José María Castaño / Fotos: Seve Izquierdo