Pesar por el fallecimiento de Andrés de Jerez

A los 61 años de edad, y tras llevar unos años luchando contra la cruel enfermedad, el cantaor jerezano Andrés Cabrales Mesa nos dejaba para siempre en la jornada de ayer. Entre sus grandes virtudes estaba el haber mantenido intacta la escuela vivencial, esa que se pega a la piel en la universidad de la calle y no desde el móvil. De ahí que su expresión tuviera mucha verdad descarnada. (La foto es de Paco Barroso)

Su crianza se realizó en uno de los microcosmos flamencos que vienen representando algunas barriadas de Jerez que recibieron no pocas familias del cante procedentes de los barrios gitanos. Tal el caso de Federico Mayo, conjunto de bloques pertenecientes a la zona conocida popularmente como El Chicle. Allí, donde oleaban hace siglos las playas de San Telmo y que se convirtió en emblema del desarrollismo urbanístico de los años 60 del siglo pasado.

Andrés de Jerez convivió con algunos ilustres vecinos de la jondura como los Mijita y Moneo, Antonio Agujetas o José de los Camarones, entre otros muchos. Y así se empapó de una forma sin par de decir el cante entre los juegos infantiles, siempre impregnado de los soníos de Manuel Agujetas a quien se acercó con veneración y respeto. A todo esto hay que añadir las figura de su padre y de su hermano Jaime, activos miembros de la peña flamenca Los Cernícalos, templo flamenco entonces frente a la Ermita de San Telmo, donde entró en contacto de lleno con la afición de Jerez y los intérpretes que pasaban por su escenario. Sin obviar otros emplazamientos como las peñas La Bulería o Tío Chalao, en el tiempo que estuvo abierta bajo la cabal dirección de El Pijo.

Cuando estaba en Jerez, Andrés solía vernir a verme en ocasiones al estudio de Los Caminos del Cante

Tras algunas idas y venidas del artisteo, Andrés Cabrales consiguió afianzarse y regalarnos una fructífera etapa coincidente con su estancia en Francia. Un disco ‘Arañando el alma’ (Buda Records, 2017) en compañía de su Samuelito, un jovencísimo guitarrista galo que responde al nombre de Samuel Rouesnel, es el mejor reflejo de esta época. También participará en el ciclo de cante del Festival de Jerez dentro de los conciertos en íntimo en el Palacio de Villavicencio, viendo así cumplido uno de sus grandes sueños. Carlos Grilo y Juanpe Carabante fueron otros de los guitarristas que sabían acompañar su cante descosido. No debemos olvidar su paso por la formación Califato 1/3, etiquetada como folclore futurista, participando en 4 proyectos.

Tal vez, todo su sabor lo alcanzaba en las distancias cortas que propician las reuniones de cante en las que solía ser muy generoso. Andrés de Jerez tenía una voz agrietada y lucía con veracidad en los cantes cortos de aires plazueleros. Bohemio y humilde, una gran simpatía le granjeó muchos amigos que siempre lo recordaremos con su sonrisa y esos fandangos agujeteros que nos partían el alma al filo del amanecer. Descanse en paz y todo el ánimo para familias y allegados.

José María Castaño @caminosdelcante


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