En el devenir de la historia de Jerez, donde escribo esta tribuna, hay en todo orden una gran influencia del pueblo gitano. Y no vamos a citar de nuevo el poemario de Federico García Lorca para dar fe de un hecho contrastado. (En portada, familia gitana, posiblemente el primera imagen de gitanos andaluces fechada hacia 1860, lo que podría ser un daguerrotipo)
Tanto que la ciudad del vino no se podría entender sin el halo de perfume que sus cayos reales han dejado en distintas manifestaciones del arte, incluso más allá del flamenco; la cocina, el toreo, el mundo del caballo… todo está impregnado en Jerez de su gitanería.
Con mi último libro, hasta el momento, he demostrado que Jerez no sólo tenía dos barrios gitanos sino tres. A la ya notoria existencia de las collaciones de Santiago y San Miguel (o La Plazuela) tenemos que añadir otro emplazamiento que corrió distinta suerte para perderse entre las brumas del tiempo. Hablo de San Pedro y, más en concreto, de un entramado de calles que se conocen como La Albarizuela. Enclave nutrido principalmente por los trabajadores del antiguo matadero de la ciudad, unos gitanos especializados en el despiece y que tomaron el sobrenombre de jiferos. Solo por citar algunos, encontré nombres como los de el Señó Manuel Molina, La Serneta, Joaquín La Cherna o Juanito Mojama y algunas sagas como Los Lara o Los Medrano.
Anticipo todo esto para que comprendamos el impacto en la historia de la ciudad de estos tres grandes focos de gitanería y de arte. Pero ahora me voy a referir a una conjetura que podría sugerir que mucho antes de la entrada por el norte de la península, un número indeterminado de familias gitanas pudieron hacerlo por el sur. Los principales valedores de esta teoría fueron José Carlos de Luna en su libro ‘Gitanos de la Bética’ (1951) y Rafael Lafuente en ‘Los Gitanos, el Flamenco y los flamencos (1955). Sin entrar en detalles, sugieren que los romá tras su paso desde la India por la antigua Persia -actual Irán- se desgajarían en dos tandas, norte y sur. Y algunas de estas familias llegarían, mucho antes, por el estrecho de Gibraltar y no por Aragón.
El catedrático Bernard Leblon niega categóricamente estas ideas y las tacha de ‘fantásticas’ porque no tienen fundamento alguno, salvo buscar una singularidad para los gitanos andaluces. Aun sin constatar documentalmente el hecho, podría abrirse una vía de investigación que para eso están las hipótesis; nada es totalmente descartable por mucha fábula que reflejen. Mi recordado amigo Rafael Fernández Suárez ‘El Nene’ (autor del ‘Dicen de mí’ de Camarón) lo refería continuamente y me citaba una leyenda de su familia, que había pasado de padres a hijos, que hablaba de un antepasado muy lejano llegado desde tierras africanas.
La verdad que salvo estas opiniones no hay nada que lo demuestre, pero me apetecía contar esta historieta tan curiosa al menos. Felicito de nuevo a los amigos de Zoco Flamenco han tenido a bien dedicar este número al admirado pueblo gitano al que siempre debemos estar agradecidos.
José María Castaño @caminosdelcante | artículo publicado en la revista Zoco Madrid especial Gitanos Flamencos

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