De La Palma del Condado a Jerez, un camino de Flores (y II)

Nuestros compañeros del programa Lazos de Sangre de la primera de RTVE emiten hoy un especial sobre Lola Flores. Será en el Teatro Villamarta, proscenio que tantas veces acogió su arte, una jornada idónea pues para compartir con la familia de caminantes esta segunda parte de nuestro artículo dedicado a las relaciones de Jerez y La Palma del Condado por ser esta última la tierra natal del padre de la faraona.

Lo que el uva une que no lo separe el hombre

Tenemos, pues, el principal conducto que hermana La Palma y Jerez: las vides. Sendas poblaciones están en una campiña rodeada de suaves colinas donde las cepas inundan los paisajes en lontananza. Allí la Zalema, aquí (en Jerez) la Palomino. Variedades que perfuman unos localidades que no se pueden entender sin el vino de ninguna de las maneras.

Hay un dato que merece la pena destacar y que viene de un testimonio directo de Lola Flores cuando fue preguntada por sus padres en una entrevista que circula por los mares de Internet (autoría a quien corresponda): ‘Mi padre sabía de vino cantidad, sabía de cantes lo que quieran, pero nunca le vi ni cantando ni borracho. Era el tercero de cinco hermanos, curioso, como le pasaba a mi madre, generoso, bien hablado, discreto y guapo. Tenía unos ojos impresionantes, negros, que daba gloria verlos’…

O sea, un sabedor de vinos y cantes tenía el terreno abonado para recalar en Jerez. La verdad que ignoro el por qué lo hizo o que circunstancia propició su traslado, pero lo cierto es que aquel Pedro Flores Pinto se hizo jerezano de adopción y, pasado el tiempo, padre de una artista universal. Las cosas de la vida y las vueltas que el mundo da, ¡Válgame Dios, Tío Rufino!.. que cantaba Camarón de las Isla por taranto. Volviendo al padre de Lola, es curioso pero sus dos trabajos conocidos tenían que ver con la hostelería y, encima, se casa con una sanluqueña.

La madre y el padre de Lola Flores. Foto de archivo cedida. Autor M. Cuadros en Todocolección
Y para que no falte nada, la manzanilla de Sanlúcar

Pedro Flores, conocido en su tierra de origen con el apodo de ‘El Comino’ (tal vez por su corta estatura), casó con Rosario Ruiz tras conocerse y trabajar juntos en un hotel de Jerez. Más tarde, el matrimonio palmerino – sanluqueño, ya asentado en Jerez, llevaría su propio negocio relacionado con el vino. Nos vuelve a hablar Lola Flores desde la distancia: ‘Si sería grande mi padre, a pesar de ser tan pequeño, que en cuanto le fue posible puso con mi madre un bar, chiquitito y lustroso, con buenas tapas y buen fino, en la calle del Sol de Jerez de la Frontera, y por si fuera poco, le puso un nombre que era un símbolo: La Fe de Pedro Flores.”

La calle el Sol, una arteria cuajada de arte en el barrio de San Miguel de Jerez que desemboca en plena Plazuela. La de Chacón, Manuel Torre o La Paquera. En este entorno nacería Lola Flores, jerezana de raíces de la Palma del Condado y de Sanlúcar de Barrameda. Según el periodista Tico Medina: ‘El llanto era infantil, un llanto de recién nacida, que fue una trompeta de oro en aquel bar pequeño y limpio como su dueño…aquella mañana de enero había nacido Lola’… (oficialmente parece que el 21 de ese mes de 1923). Al menos en Jerez, se está celebrando el centenario de sus nacimiento y en la Palma harán honores al mismo. Ya saben esto de la edad y Lola…

Lola Flores y Manolo Caracol en la película ‘Embrujo’
En busca de un perfil artístico de Lola Flores

A este respecto, y con motivo del 25 aniversario de su adiós (que no me gusta decir la palabra muerte cuando se habla de una artista tan grande) apunté algo que me gustaría reproducir en el blanco sobre negro de esta revista. El comentario viene de una vivencia personal con ella en una interminable fiesta en la Peña Flamenca Tío José de Paula, allá por el 94:

‘No creo que unas horas, por muy intensas que fueran, me den el derecho a analizar su figura como lo hizo el admirado profesor Alberto Romero Ferrer, su biógrafo. Mas, es cierto que hay detalles que no son perceptibles ni en discos ni en vídeos; destellos imposibles de reproducir en el papel: miradas, gestos, formas de hablar… Si una intérprete, un tanto inclasificable si me apuráis, en cada uno de los apartados de su arte no puntúaal alza pero en su conjunto es sobresaliente con matrícula de honor, ahí pasa algo. Y muy profundo. Sin ser flamenca del todo, los flamencos se volvían locos con ella. Sin cantar como Marifé o Juanita Reina hacía que las coplas fueran sentencias nada más salir de sus labios. Sin bailar como la Macarrona, su baile era pura emoción, un embrujo a golpe de cadera acompasando los pies con el braceo. Sin tener la mirada de Ava Gadner, dicen que la americana bajaba los ojos frente a la suya en el Chicote. Sin recitar como Gabriela Ortega, los versos en su boca alcanzaban la fuerza de las olas’…

…’Para mí todo esto tiene un nombre: transmisión. Ese halo que se produce sin saber porqué, sin una explicación tangible. Aquello que llaman duende por ponerle un nombre y así no entendernos por señas. Como dijera el Torta, quien estaba aquella memorable noche de Tío José, Lola Flores no solo era una artista, era una “transmitidora” (sic.). Para llegar a todos los públicos de esa forma, tan rotunda, es porque debía poseer un fondo de negrura más allá de los alamares que la escondían. Aquella niña de la Plazuela se impregnaría de ese arte nacido del dolor de un barrio que siempre será una llaga eterna que todo lo traspasa. Una calle con tanta luz, la del sol, que a fuerza de darle cal se quedó en un reflejo de luna. De aquella luna de Lola que se reflejaba en su mirada’…

Muchas gracias a La Palma del Condado por brindarme la posibilidad de escribir sobre mi paisana Lola, la excelencia de un vino que se hizo con uvas de La Palma del Condado, Sanlúcar y Jerez para el universo del arte…

José María Castaño @caminosdelcante | Artículo publicado en Revista dedicada a Lola Flores por el Ayuntamiento de la Palma del Condado


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