Ayer, 27 de agosto, se cumplía un año del adiós del gran maestro Manolo Sanlúcar. Una fecha que quedará muy grabada en los corazones de todos los aficionados del mundo. Por este motivo, y en su recuerdo, ofrecemos a toda la familia de caminantes la segunda parte de nuestro artículo publicado en la revista ‘La Fragua’ de San Fernando. (En portada, foto de su web oficial)
Manolo Sanlúcar, de Bajo de Guía al mundo
De aquel hijo de Isidro Sanlúcar, el panadero, hasta llegar al maestro de la más alta composición flamenca quedaba un buen trecho. Y la economía familiar mandaba en aquella España castigada por una guerra que fue el paisaje de su niñez. Pero podía más el amor a su arte y la dedicación; aquellas infinitas horas y fiestas con la guitarra en la mano, contemplando el coto de Doñana, lo hicieron un tocaor con un profundo conocimiento del acompañamiento. Sería demasiado prolijo en este artículo anotar los artistas que fueron escoltados por Manolo Sanlúcar, aún más cuando se erigió en la guitarra oficial del sello CBS en Madrid.
Capítulo aparte merece su concepción del toque solista. Sus cimientos están representados por los discos ‘Recital flamenco’ e ‘Inspiraciones’, de 1969 y 1970, respectivamente, hasta llegar a su gran obra fundacional: el doble elepé ‘Mundos y Formas de la guitarra flamenca’ (1971 – 1973). Manolo Sanlúcar va consolidando un universo propio, con un destacado lirismo, que a veces lo lleva a dibujar paisajes de su tierra, como si las seis cuerdas fueran pinceles. Afirma Norberto Torres que ‘Manolo Sanlúcar soñó Andalucía a través de su toque’. Una concepción que fue ganando progresivamente en virtuosismo y en la búsqueda de las armonías perfectas, apuntala el profesor almeriense. Así, hasta llegar a obras cumbres como la reseñada ‘Tauromagia’ o ‘Medea’, sin olvidar ‘Locura de Brisa y Trino’, entre otras muchas. Además, Manolo se definió a sí mismo como un monje de clausura, pues dedicó cada minuto de su vida a la guitarra y la cultura flamenca. Por eso y por mucho más, siempre estaremos en deuda con su legado.
Manolo Sanlúcar, en toda su obra conjunta, consiguió una sinestesia perfecta. Hasta el punto que en su toque Maestranza escuchemos unos acordes del color amarillo albero. O al deleitarnos con su toque, nuestro paladar se inunde de manzanilla en rama mientras contemplamos la mar inmensa. Esa que paciente espera al Guadalquivir y donde eternamente descansa ya el espíritu de su guitarra.
José María Castaño @Caminosdelcante
Artículo publicado en el número 18 de la Revista La Fragua, editado por la Asociación Cultural La Fragua de La Isla de San Fernando, 2023

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